La persona humana está llamada
a realizarse; es decir, a construir su personalidad, formar su manera de ser y
adquirir una serie de valores. Ello es posible mediante el desarrollo de sus
capacidades físicas, intelectuales y afectivas.
Para conseguir esta realización, el ser humano ha de estar
abierto a la trascendencia. A lo largo de la vida, el hombre y la mujer se
plantean numerosos interrogantes en torno a su existencia: ¿De dónde vengo? ¿Qué sentido tiene
mi vida?…, y buscando la respuesta a dichos interrogantes.
Los filósofos suelen estudiar entre algunos de sus tópicos el
“sentido de la vida”. Pero no abordan el tema directamente, sino que lo exponen
con rodeos y en conexión con cuestiones como la muerte, la inmortalidad, la
reencarnación, la resurrección, etc.
¿Tiene sentido la vida?
Podemos pensar que la expresión “sentido de la vida” carece de
significado, pero lo que quiere decir es que la vida merece la pena vivirse. La
vida debería de ofrecernos suficientes razones para seguir viviendo sin
necesidad de optar por la radical solución de la autoaniquilación. Tampoco
deberíamos necesitar la existencia de otra vida para que esta vida sea digna de
vivirse. Estas actitudes son las contrarias que debería de adoptar alguien que
tenga una actitud positiva respecto a la vida humana. Quien mantenga que la
vida no tiene sentido alguno, o supone que es mejor no existir -y si no comete
suicidio será por motivos psicológicos, que no lógicos- supone que la vida sólo
adquiere dignidad si se complementa con otra ultramundana que compense los
males de este mundo. Esto no quiere decir que no debemos creer en la Existencia
de una vida eterna con Dios; sino que no podemos basar toda nuestra vida en la
existencia de otra vida más allá de la muerte: debemos vivir esta vida con
verdadero sentido sin caer en ninguno de estos dos extremos.
En medio de estos dos extremos encontraríamos otras posturas más
o menos cercanas a uno de los polos. Por ejemplo, podríamos pensar que la vida
trae tantos problemas y deja abiertos tantos interrogantes al ser humano que se
hace difícil afirmar que la vida tenga sentido. Pero podría ser que la vida no
tenga sentido en su sentido más estricto y que nuestra tarea consistiera en ir
dando algún sentido. Esta actitud no cae en ninguno de los extremos antes
citados: todo el sentido esta aquí - nos referimos a creer que el
único sentido es la otra vida- oaquí no
hay ningún sentido -los que piensan que la vida carece de sentido.
En la vida son tantos los deseos y tan poca la realidad, tan
grande la injusticia y tan mínima la justicia que suenan extrañas las voces de
los que afirman que la vida tiene sentido por sí misma. Pero el que la vida sea
difícil de entender y de vivir no quiere decir que tengamos que optar por el
suicidio o por colocar el sentido en un más allá, y para ello hay varios
motivos:
- La vida humana se extiende en el tiempo, es decir, que no
podemos tener en cuenta todo nuestro pasado y futuro sólo por un momento en el
que no consigamos encontrar el sentido de nuestra vida.
- La vida humana consiste en dar sentido a todo lo existente. Es
verdad que esto no sólo produce satisfacciones, pero por el camino hay una
serie de bienes que no son pocos y que merece la pena ser experimentados.
- El ser humano no puede adivinar el futuro, así que en el
insatisfactorio día a día siempre podemos albergar la esperanza de que nuestra
vida mejorará; y esto puede convertirse en realidad por muy difícil que lo
tengamos.
Moral y religión
Esta parte trata de la relación entre ética y religión, que son
términos que incomprensiblemente suelen ir separados. Recordemos que estamos
hablando de religión y no de teología: la teología es la ciencia que estudia a
Dios, pero la religión enseña entre otras cosas las actitudes que se deben
tomar ante la vida. Y es aquí donde tiene relación con la moral, ya que ambas
intentan orientar al hombre en la búsqueda del sentido de su vida. Kant,
basándose en la religión católica, dijo que debemos promover que la felicidad
de un ser racional sólo está garantizada si cree en un Dios (en este caso sería
nuestro Dios católico). Se han puesto muchas objeciones a esta afirmación, pero
aquí sólo lo tenemos en cuenta como ejemplo de la proximidad entre moral y
religión.
La filosofía moral trata de la vida buena y con sentido no sólo
teniendo en cuenta lo que debemos hacer, sino también lo que, en función de lo
que hacemos, esperamos obtener. Es decir, el ser humano realiza distintos actos
a través de los que espera llegar a algo más que sea beneficioso para él, en
este caso actúa para llegar al sentido de su vida. El que siempre esperemos
algo hace que la vida que nosotros consideramos como perfecta y llena de
sentido sea raramente la que nos toca vivir. Esto nos lleva a pensar que la vida
carece de sentido, y ahí es donde entra la creencia en un ser superior que nos
ayude a encontrarlo. De esta forma, visto desde la moral, diremos que la
religión es portavoz de la impotencia humana, que da salida a los deseos
teóricos y prácticos del ser humano
Si la virtud no lleva a la felicidad deseada no debemos exigir
que en una vida distinta a la nuestra alcancemos la reconciliación querida; ya
que esto va en contra de la moral. Así se vuelve a relacionar la ética con la
religión, ya que como con la moral no conseguimos superar ese egoísmo
interesado (me porto bien porque quiero algo a cambio) proyectamos todo esto en
la religión como sentido de nuestra vida.
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